miércoles, 31 de octubre de 2007

Enmiendas a una carta privada

Después del supuesto anterior y la sarta de nimiedades ¿qué te puedo decir? ¿Cuáles son los resultados que mi existencia arroja los últimos días? Pequeñas actividades que no tienen un sentido más trascendental. Sólo la tosca obstinación de forjarse un acto para mantenerse otro día más. Las tentativas para una historia --una biografía-- o cualquier otra ambición existencial quedan relegadas. He aceptado no poder contribuir a ellas. Lo mismo el amor, parece un intercambio de intimidades en modos distintos. Pero parecemos, al final seres anónimos que pueden siempre acceder a vías alternas, entrecruzadas. Pues sí, arriesgando una teoría cortazariana, podríamos decir que las vidas son como carreteras. A esto he llegado después de que, empujado por el escepticismo de los días, abandoné el romanticismo callado. Así se pintan desde el amanecer las jornadas.

Deambulo por la verdad y el sueño como un péndulo oculto en carne. Mas me valdría haber nacido vagabundo, pero rara vez inciden esas extrañas circunstancias que bendicen una existencia. Ahora no hay más que esquivar a los otros con su extrema contingencia (para resguardar, tal vez, la mía). Se vuelcan como fantasmas permeados de caducidad, pero no de caducidad de vida, sino anímica. A todo esto hay que agregar la voluntaria inaccesibilidad junto a la falta de ganas por corresponder a los actos de los demás. Parece que por una extraña complicidad mutuamente nos callamos aquello que no nos podemos decir. También parece que en este rodeo de palabras he llegado nuevamente a la soledad de mi tristeza. Y eso es, hermano, lo que te he querido comunicar más allá de mis palabras.

Dime, hermano, después de todo esto (que aparenta hastío y desgano) ¿cómo están los demás? ¿Son realmente así? Tú que desde ti los conoces, con ojos como los míos ¿qué es lo que yo no he visto?

Tu Hermano.

***

La fecha original de esta carta es la siguiente: Enviado: lunes, 05 de marzo de 2001 04:28:40 a.m. La he "corregido" como si fuera reciente, a punto de enviarla, pues parece que a pesar del tiempo no hay mucho cambio en las malezas interiores. Aunque aquello que entonces fue supuesto anterior ha quedado olvidado.

Algo muy simpático es que hoy en la tarde empecé hilando el significado de intertextualidad desde un diccionario, después he leído un texto de Cortázar, quizá impelido por una inconsciente necesidad de esparcimiento. Y leyendo he visto como se autoreferencia en la escritura: desde 62/Modelo para armar hasta Rayuela, desde los varios idiomas que se "hablan" en la novela, hasta los entretejidos recuerdos ambiguos del personaje, y finalmente yo. Entonces para cerrar el juego, encontrando esta carta tan oportuna aludiendo al citado autor... El inconsciente procede de maneras misteriosas.

Por otra parte, ojalá mi sentir fuera una exuberancia igualmente elocuente para cualquier otra cosa con olor a optimismo. Pero para encontrar optimismo por la vía olfativa hay que andar como los perros. ¡Dios nos libre de tan nefasta competencia para los fieles amigos!

1 comentario:

Mandarina dijo...

Pues que tramposo, escribiste tres textos en un mismo día. Con un texto te tardaste casi un mes para volver a publicar otro, creo que ahora será larga la espera para volverte a leer.

Pero no me quejo, al contrario, me han gustado, me gustó que te gusta la lluvia y la noche como a mí, son muy disfrutables y es verdad, a veces nos tardamos en descubrir obviedades, pero de eso trata la existencia y aunque a veces ésta no parece muy placentera ni trascendental aquí seguimos, pretendiendo anten los demás que cosas interesantes nos pasan, bueno no siempre, por eso prefiero el silencio, para no mentir del todo.

De la chaqueta que combina, son meras casualidades, los mechones son sólo una manera de enfrentarme a mi misma, del color naranja resulta que prefiero el azul y de ti, pues te sientan bien esos lentes oscuros, aunque a veces parecen más tener la intención de esconder algo que de otra cosa.

Finalmente, ¡Ánimo!