viernes, 28 de septiembre de 2007

Sólo dos palabras: ayer y mañana...

Diversos estados alterados nos hacen percibir lo que nos rodea de muchas maneras. Este perogrullo quiere decir que el significado de las cosas está en el doblez: el sentido que uno da. Sin embargo, escapa algo que no he mencionado cabalmente: los sentidos.

Los estados alterados, tan sencillos tras un cambio de humor, un café negro o una buena ducha son capaces de descubrirnos el secreto de muchas cosas, en realidad, de hacernos recordar de manera novedosa lo que ya sabíamos a través de nuestros poros.
Dispares criaturas, infernalmente ingeniosas y llanamente estúpidas -al final de cuentas sólo seres humanos-, encarnamos una contradicción, una paradoja, un vago sinsentido como amanecer borroso. Hacemos milagros de papel e hitos de flotante polvo. Nacemos para morir. Toda nuestra magia se halla entre esas dos mentadas palabras: paradoja y contradicción. Indeterminabilidad y misterio debían ser. Secreto ingenuo y perverso del mundo. Estaría tentado a decir pecado y castigo, pero es un despropósito particular. ¿Por qué achacárselo a alguien más, algo así como a Dios?
Por esto consagro la pelea, la lucha por los palmos territoriales y únicamente la tregua en una mujer. Porque en la lucha no se duerme, se está alerta, más vivo aunque muriendo con insistencia, previendo la fatalidad. Se lucha y se vive.
Las treguas son el sueño para el guerrero harto, desfalleciente pero no muerto aún. La noche es la tregua, el sueño, la oscuridad tibia: Eva sin cuerpo ni llamada, sin ella misma.

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