¿Cómo estás cuándo no estás? Sólo puedo adivinar, pero contigo se antoja imposible. Seguramente nunca estás donde podría creer y menos como quisiera que estuvieras. En fin, esto de hacer algo que no quería hacer para poder realizar otras cosas simples y banales, mucho ruido y pocas nueces: Fotolog. Tanta molestia para dejarte una marca donde, precisamente, marcas no quedan. Antes las palabras se las llevaba el viento, ahora la luz. (Debería ser una ironía, pero creo que me salió mal). Viejos tiempos aquellos donde uñas y dientes dejaban verdaderas marcas testimoniales, con la aparatosidad de sus correspondientes actos. Luego las palabras creadoras de marcas algunas veces indelebles y otras tantas invisibles acarreadas por el aire. Ya no, ni siquiera de materia celulosa. Ahora pura luz.
jueves, 22 de noviembre de 2007
¿Por qué no te has roto el cuello?
Si lo que buscas es mi bendición para tu suicidio, si lo que quieres es un compadecimiento redundante, pues he llegado cuando tú ya sentías lástima de ti, me quedan ganas por preguntarte: ¿por qué no te has roto el cuello?
Supiste siempre que sólo te iba a amar. Desde que me conoces sabes que siempre te intento penetrar como pocos se atreven o pueden. También eras consciente de que soy muy complicado las más de las veces: es difícil admitir que no sé lo que quiero. Pero aún así aceptaste mis caricias ubicuas, insistentes y lascivas. Tomaste mis besos, que te ahogaban, y te los bebiste todos: yo te vi. Entonces, ¿por qué sugieres que no te ame, que te deje ir, además, que sienta lástima por ti?
Esto de las patologías amorosas puede ser sal de la vida, incluso para quien goza de una existencia con notas patéticas. Sin embargo, es el colmo del tedio lo que me ha empujado a rechazarlas.
Supiste siempre que sólo te iba a amar. Desde que me conoces sabes que siempre te intento penetrar como pocos se atreven o pueden. También eras consciente de que soy muy complicado las más de las veces: es difícil admitir que no sé lo que quiero. Pero aún así aceptaste mis caricias ubicuas, insistentes y lascivas. Tomaste mis besos, que te ahogaban, y te los bebiste todos: yo te vi. Entonces, ¿por qué sugieres que no te ame, que te deje ir, además, que sienta lástima por ti?
Esto de las patologías amorosas puede ser sal de la vida, incluso para quien goza de una existencia con notas patéticas. Sin embargo, es el colmo del tedio lo que me ha empujado a rechazarlas.
jueves, 8 de noviembre de 2007
Alcoholismo
faiblesse de Dieu dijo en 16/06/07 02:25 AM …
No bebas porque te coge la botella.
No te devuelve los besos, pero te traga desde tu propia hambre. Entonces las sombras de tu mirada se pasean acuosas en la penumbra. El cantinero te llama con la voz de tu padre muerto esa otra noche y las cosas se tornan seres vivos, deseos sueltos en el anochecer de la inconsciencia. Su voz inerte, la de las cosas, es una oquedad en la parte herida del alma. La botella se inclina, con su vacío aspira para quitarte la sed. Se apropia de tu hueco más hondo, ese por donde se ha asomado solamente la preciosa locura. Miras con horror brillar otra vez el rostro de la muerte, su sonrisa olvidada... es la mancha que se escurre entre los recuerdos. Lleva un nombre perdido, aquello que has tratado de olvidar cuando repites el rito del alcohol. Sueñas tras el humo, para convocar esas voces sucias. Antes del alba los fantasmas te han dejado sola.
No bebas porque te coge la botella.
No te devuelve los besos, pero te traga desde tu propia hambre. Entonces las sombras de tu mirada se pasean acuosas en la penumbra. El cantinero te llama con la voz de tu padre muerto esa otra noche y las cosas se tornan seres vivos, deseos sueltos en el anochecer de la inconsciencia. Su voz inerte, la de las cosas, es una oquedad en la parte herida del alma. La botella se inclina, con su vacío aspira para quitarte la sed. Se apropia de tu hueco más hondo, ese por donde se ha asomado solamente la preciosa locura. Miras con horror brillar otra vez el rostro de la muerte, su sonrisa olvidada... es la mancha que se escurre entre los recuerdos. Lleva un nombre perdido, aquello que has tratado de olvidar cuando repites el rito del alcohol. Sueñas tras el humo, para convocar esas voces sucias. Antes del alba los fantasmas te han dejado sola.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Los mejores amigos
faiblesse de Dieu dijo en 19/06/07 02:22 AM …
Mi oficio es recoger perros callejeros. Son tristes y como yo también soy triste nos hundimos en una larga borrachera de melancolía. Cierta vez aparecí inconsciente junto al horizonte, parturiento de alba él, rodeada de perros yo. A pesar de lo que se diga, algunos canes son ingratos, color de cuervo y ojos de luna al revés. Ellos me carcomen las uñas como mis ansias de ayer. Les grito, me ladran y luego aullan matando fantasmas, luces de noche que nadie ha encendido. Lamen mis heridas para mamar mi leche roja, mientras caigo en un sueño profundo. A media noche un mal sueño: "yo soy tu padre", los perros se han ido velozmente escurriendo en los rincones de la oscuridad.
Mi oficio es recoger perros callejeros. Son tristes y como yo también soy triste nos hundimos en una larga borrachera de melancolía. Cierta vez aparecí inconsciente junto al horizonte, parturiento de alba él, rodeada de perros yo. A pesar de lo que se diga, algunos canes son ingratos, color de cuervo y ojos de luna al revés. Ellos me carcomen las uñas como mis ansias de ayer. Les grito, me ladran y luego aullan matando fantasmas, luces de noche que nadie ha encendido. Lamen mis heridas para mamar mi leche roja, mientras caigo en un sueño profundo. A media noche un mal sueño: "yo soy tu padre", los perros se han ido velozmente escurriendo en los rincones de la oscuridad.
martes, 6 de noviembre de 2007
falsa poesía
faiblesse de Dieu dijo en 1/06/07 04:24 PM …
No apagues en mí la luz.
Esto es una habitación vieja, donde el polvo juega a dar existencia a las cosas cotidianas. Las ventanas abiertas dejan transitar el aire vivo de las calles, acariciándole con el púrpura de sus manos. Trae mezclados secos perfumes del descuidado parque municipal. Son mesitas de madera, sillas desiguales y un atiborrado librero metafísicos los que dictan la realidad interior de este cuarto.
Caminar hacia el secreter es condensar las ausencias, habitar el silencio invadiéndolo a cada paso, en el roce de los brazos con la ropa, en la respiración pública.
La presencia es un desgaste, una insistencia y un rechazo flotante. Se dice que sí, porque se teme al no, si es que la afirmación no es una ídolo o un fantasma. ¿En qué creen los que creen creer?
Lo más divertido es dudar de la existencia, rebelarse contra Descartes, y jugar a decir que sí a todo sólo porque sí.
Quienquiera encontrará así su respuesta, cuando se acerque, en el regalo de mi voz profunda. Voz sin truenos ni murmullos, insistencia del aire tibio que me llena. Grito que hace tiempo se quebró.
No apagues en mí la luz.
Esto es una habitación vieja, donde el polvo juega a dar existencia a las cosas cotidianas. Las ventanas abiertas dejan transitar el aire vivo de las calles, acariciándole con el púrpura de sus manos. Trae mezclados secos perfumes del descuidado parque municipal. Son mesitas de madera, sillas desiguales y un atiborrado librero metafísicos los que dictan la realidad interior de este cuarto.
Caminar hacia el secreter es condensar las ausencias, habitar el silencio invadiéndolo a cada paso, en el roce de los brazos con la ropa, en la respiración pública.
La presencia es un desgaste, una insistencia y un rechazo flotante. Se dice que sí, porque se teme al no, si es que la afirmación no es una ídolo o un fantasma. ¿En qué creen los que creen creer?
Lo más divertido es dudar de la existencia, rebelarse contra Descartes, y jugar a decir que sí a todo sólo porque sí.
Quienquiera encontrará así su respuesta, cuando se acerque, en el regalo de mi voz profunda. Voz sin truenos ni murmullos, insistencia del aire tibio que me llena. Grito que hace tiempo se quebró.
Esa misma piedra
Repetir, reincidir, no tropezar sino golpear la misma piedra una y otra vez. Afanarse en ser estúpido para poder reprochárselo después a nadie más que a sí mismo. Excusar a los demás, no por fortaleza, sino por debilidad o más bien pereza de ser como si los otros fueran algo más: ser de los “demás” es ser de los de menos.
miércoles, 31 de octubre de 2007
Wien se dice Wien
¿Cómo va todo?
Te me pierdes, matas tu celular. Parece que te escondes y en público no me puedo gozar de ti. Rehúyes mi mano. Me conviene tu soledad, como guante de piel negro. ¿Entiendes? Tacto contundente que te busca piel sobre piel y piel.
Te me pierdes, matas tu celular. Parece que te escondes y en público no me puedo gozar de ti. Rehúyes mi mano. Me conviene tu soledad, como guante de piel negro. ¿Entiendes? Tacto contundente que te busca piel sobre piel y piel.
Me gusta tu incomodidad, como sólo te puedes ver a medias entre la oscuridad. ¿Maldecirte, llamarte tonta? Ojalá supieras lo que es ser tonta. Me parece que más estúpidos son los que están alrededor tuyo sin ver bien. Pero es un don tuyo mutarte en cosa, tener fe en serlo y renunciar a tus propias promesas. Tú también eres un mito (entre mentira e historia).
A mí en cambio me gusta pensar que sólo lo haces para esconderte, porque de otra manera serías irresistible. Es más fácil para todos creerte simple. No te perdono esa generosidad de carácter que te hace tan permeable. Me gustan las piedras redondas acariciadas por los ríos y la pesada sombra que cae sobre ellas algunas veces, mientras otras son domesticadas por el sol. Por no complicarle la vida a nadie sufres tanto, tonta. ¿Estás feliz así?
Yo no te conozco, digo que soy tu amigo.
Dame un beso cuando te despidas.
Restos en un papel mojado insistiendo sobre el amor
Amo la lluvia
Apenas descubro que también amo la noche. Inconcebible pensar que se puede querer algo que es tan opuesto a la claridad y la luz, pero amo la noche.
[Vuelve a tocar la nostalgia mis costillas para recordarme, hacerme consciente de que] A estas alturas de mi vida y encontrar que después de todo también amo la noche. [No hay sorpresa, sólo descuido]
El aire es distinto, la vida es distinta. Me he quedado en la apariencia y todo lo demás lo he inventado. Es por esto que la existencia del cuerpo es tan necesaria. A pesar de las insidias sigue siendo la certeza... [Aquí ha menguado el texto interrumpido por algo ajeno a él y lo he recuperado de un bolsillo de pantalón]
No recuerdo ya por qué he afirmado la necesidad de existencia del cuerpo. Aventuraría contra el percance de mi memoria que se debe a la peculiar experiencia que nos da frente a los demás sentidos. El cuerpo siempre me ha parecido contundente: él es también tiempo como el juego la consciencia. Tengo fe en que el interior del cuerpo en realidad no existe. La mirada médica es en verdad inoportuna y por demás imprudente. El único acto sensato que le conozco a dicha mirada es cuando después de la autopsia vacían nuevamente los órganos al interior, sin cuidarse de su original acomodo. En realidad nunca hubo tal acomodo: todo era un cálido y secreto interior. (Quizá todo ello como debía ser en posesión de su propio misterio).
El órgano como alma.
Entonces la entidad corpórea puede ser pensada como un bulto, la piel llena de algo siendo la dermis lo único importante: el instante y lo fugaz como perpetua sensación.
El cuerpo es el lugar del tiempo, la existencia como incesante presencia del sentir y frágil incentivo para búsqueda de consciencia. Espejo de imaginación y memoria, pues lo que se recuerda no es uno mismo sino la confianza en una existencia de sí: pura fantasía.
No se me mal interprete, quiero pensar que somos más un playground que una cierta entidad formal. Aunque con esta idea parezco referirme más a un campo --frente a la figura sólida--. Sin embargo, estas categorías son ajenas y parecen extrañas. Tal vez sea mejor hablar de ámbito, en cuanto tenga éste cierto parentesco con la idea de periferia y el delicioso umbral de las sensaciones. Empero parecen referirnos nuevamente a una mesurabilidad de lo humano...
Apenas descubro que también amo la noche. Inconcebible pensar que se puede querer algo que es tan opuesto a la claridad y la luz, pero amo la noche.
[Vuelve a tocar la nostalgia mis costillas para recordarme, hacerme consciente de que] A estas alturas de mi vida y encontrar que después de todo también amo la noche. [No hay sorpresa, sólo descuido]
El aire es distinto, la vida es distinta. Me he quedado en la apariencia y todo lo demás lo he inventado. Es por esto que la existencia del cuerpo es tan necesaria. A pesar de las insidias sigue siendo la certeza... [Aquí ha menguado el texto interrumpido por algo ajeno a él y lo he recuperado de un bolsillo de pantalón]
No recuerdo ya por qué he afirmado la necesidad de existencia del cuerpo. Aventuraría contra el percance de mi memoria que se debe a la peculiar experiencia que nos da frente a los demás sentidos. El cuerpo siempre me ha parecido contundente: él es también tiempo como el juego la consciencia. Tengo fe en que el interior del cuerpo en realidad no existe. La mirada médica es en verdad inoportuna y por demás imprudente. El único acto sensato que le conozco a dicha mirada es cuando después de la autopsia vacían nuevamente los órganos al interior, sin cuidarse de su original acomodo. En realidad nunca hubo tal acomodo: todo era un cálido y secreto interior. (Quizá todo ello como debía ser en posesión de su propio misterio).
El órgano como alma.
Entonces la entidad corpórea puede ser pensada como un bulto, la piel llena de algo siendo la dermis lo único importante: el instante y lo fugaz como perpetua sensación.
El cuerpo es el lugar del tiempo, la existencia como incesante presencia del sentir y frágil incentivo para búsqueda de consciencia. Espejo de imaginación y memoria, pues lo que se recuerda no es uno mismo sino la confianza en una existencia de sí: pura fantasía.
No se me mal interprete, quiero pensar que somos más un playground que una cierta entidad formal. Aunque con esta idea parezco referirme más a un campo --frente a la figura sólida--. Sin embargo, estas categorías son ajenas y parecen extrañas. Tal vez sea mejor hablar de ámbito, en cuanto tenga éste cierto parentesco con la idea de periferia y el delicioso umbral de las sensaciones. Empero parecen referirnos nuevamente a una mesurabilidad de lo humano...
Enmiendas a una carta privada
Después del supuesto anterior y la sarta de nimiedades ¿qué te puedo decir? ¿Cuáles son los resultados que mi existencia arroja los últimos días? Pequeñas actividades que no tienen un sentido más trascendental. Sólo la tosca obstinación de forjarse un acto para mantenerse otro día más. Las tentativas para una historia --una biografía-- o cualquier otra ambición existencial quedan relegadas. He aceptado no poder contribuir a ellas. Lo mismo el amor, parece un intercambio de intimidades en modos distintos. Pero parecemos, al final seres anónimos que pueden siempre acceder a vías alternas, entrecruzadas. Pues sí, arriesgando una teoría cortazariana, podríamos decir que las vidas son como carreteras. A esto he llegado después de que, empujado por el escepticismo de los días, abandoné el romanticismo callado. Así se pintan desde el amanecer las jornadas.
Deambulo por la verdad y el sueño como un péndulo oculto en carne. Mas me valdría haber nacido vagabundo, pero rara vez inciden esas extrañas circunstancias que bendicen una existencia. Ahora no hay más que esquivar a los otros con su extrema contingencia (para resguardar, tal vez, la mía). Se vuelcan como fantasmas permeados de caducidad, pero no de caducidad de vida, sino anímica. A todo esto hay que agregar la voluntaria inaccesibilidad junto a la falta de ganas por corresponder a los actos de los demás. Parece que por una extraña complicidad mutuamente nos callamos aquello que no nos podemos decir. También parece que en este rodeo de palabras he llegado nuevamente a la soledad de mi tristeza. Y eso es, hermano, lo que te he querido comunicar más allá de mis palabras.
Dime, hermano, después de todo esto (que aparenta hastío y desgano) ¿cómo están los demás? ¿Son realmente así? Tú que desde ti los conoces, con ojos como los míos ¿qué es lo que yo no he visto?
Tu Hermano.
***
La fecha original de esta carta es la siguiente: Enviado: lunes, 05 de marzo de 2001 04:28:40 a.m. La he "corregido" como si fuera reciente, a punto de enviarla, pues parece que a pesar del tiempo no hay mucho cambio en las malezas interiores. Aunque aquello que entonces fue supuesto anterior ha quedado olvidado.
Algo muy simpático es que hoy en la tarde empecé hilando el significado de intertextualidad desde un diccionario, después he leído un texto de Cortázar, quizá impelido por una inconsciente necesidad de esparcimiento. Y leyendo he visto como se autoreferencia en la escritura: desde 62/Modelo para armar hasta Rayuela, desde los varios idiomas que se "hablan" en la novela, hasta los entretejidos recuerdos ambiguos del personaje, y finalmente yo. Entonces para cerrar el juego, encontrando esta carta tan oportuna aludiendo al citado autor... El inconsciente procede de maneras misteriosas.
Por otra parte, ojalá mi sentir fuera una exuberancia igualmente elocuente para cualquier otra cosa con olor a optimismo. Pero para encontrar optimismo por la vía olfativa hay que andar como los perros. ¡Dios nos libre de tan nefasta competencia para los fieles amigos!
Deambulo por la verdad y el sueño como un péndulo oculto en carne. Mas me valdría haber nacido vagabundo, pero rara vez inciden esas extrañas circunstancias que bendicen una existencia. Ahora no hay más que esquivar a los otros con su extrema contingencia (para resguardar, tal vez, la mía). Se vuelcan como fantasmas permeados de caducidad, pero no de caducidad de vida, sino anímica. A todo esto hay que agregar la voluntaria inaccesibilidad junto a la falta de ganas por corresponder a los actos de los demás. Parece que por una extraña complicidad mutuamente nos callamos aquello que no nos podemos decir. También parece que en este rodeo de palabras he llegado nuevamente a la soledad de mi tristeza. Y eso es, hermano, lo que te he querido comunicar más allá de mis palabras.
Dime, hermano, después de todo esto (que aparenta hastío y desgano) ¿cómo están los demás? ¿Son realmente así? Tú que desde ti los conoces, con ojos como los míos ¿qué es lo que yo no he visto?
Tu Hermano.
***
La fecha original de esta carta es la siguiente: Enviado: lunes, 05 de marzo de 2001 04:28:40 a.m. La he "corregido" como si fuera reciente, a punto de enviarla, pues parece que a pesar del tiempo no hay mucho cambio en las malezas interiores. Aunque aquello que entonces fue supuesto anterior ha quedado olvidado.
Algo muy simpático es que hoy en la tarde empecé hilando el significado de intertextualidad desde un diccionario, después he leído un texto de Cortázar, quizá impelido por una inconsciente necesidad de esparcimiento. Y leyendo he visto como se autoreferencia en la escritura: desde 62/Modelo para armar hasta Rayuela, desde los varios idiomas que se "hablan" en la novela, hasta los entretejidos recuerdos ambiguos del personaje, y finalmente yo. Entonces para cerrar el juego, encontrando esta carta tan oportuna aludiendo al citado autor... El inconsciente procede de maneras misteriosas.
Por otra parte, ojalá mi sentir fuera una exuberancia igualmente elocuente para cualquier otra cosa con olor a optimismo. Pero para encontrar optimismo por la vía olfativa hay que andar como los perros. ¡Dios nos libre de tan nefasta competencia para los fieles amigos!
lunes, 8 de octubre de 2007
Anécdota
Te he buscado para saber si te encontrabas mejor, pero nadie respondió al teléfono. Ojalá todo haya sido un malestar pasajero y nada más preocupante.
Por otra parte, creo que es bueno que tu cuerpo por fin asimile un mal real en lugar de las marcas artificiales que tú le impones. Desafortunadamente lo ves como un cuerpo cristiano y no como tu propio cuerpo. Lo castigas por ser la bolsa desechable donde has puesto tu alma herida y lo hiendes como si a través de la piel pudieras reencontrarte, ubicar tu parte más esencial o tan sólo un contenido. Pero desde que eres tiempo ocupando un espacio deberías aceptar que la piel es el lugar de juego del placer. Es el cajón de arena para tus fantasías donde construyes castillos que no son de aire.
Con la piel envuelves al mundo, con tu cuerpo haces oficio de Atlas soportando físicamente todo su peso. Al menos si se trata de un virus u otro “cuerpo extraño” es algo mucho más real, que lo engendros fantasmales que llevas adentro, los cuales quieres dejar salir a medias entre tus heridas.
Alíviate,
Cúrate, es decir, cuida de ti.
Aliviánate. (Del lat. Alleviāre) 5. tr. fig. descargar de superfluidades el cuerpo o sus órganos. Ú. t. c. prnl.
miércoles, 3 de octubre de 2007
El verdadero amor es el falso Amor
El amor en ti no es un sentimiento es un cliché. Hablas de amor cuando en realidad estás hablando al paso del tiempo, de la soledad, de la caducidad de tu vientre, de tu necesidad de una familia convencional con sus momentos convencionales (una oración en la mesa, un hombre a tu lado al cual seguir y obedecer, además los hijos, ¡que son quienes realmente te hacen mujer!). La vida -en realidad el amenazante e inconfesable instinto- solicita con urgencia ecológica la preservación especial y tú transiges, pero le llamas de otra manera. Dices amor y recurres a esta palabra como justificación, acudes a lo más vulgar de ella: una sosa cursilería para domesticar tus fantasías. Es necesario, lo contrario significaría confesar una verdad intolerable.
La excepcionalidad es ya infinitamente postergada. Entras al mundo maduro de la conveniencia. Luego haces uso de sus nombres prohibidos para fingir frente a tu propia decepción, pretender ante tu desencanto. Antes, -referencia a una idea de juventud- podías atreverte a soñar, embriagarte y querer. Ahora sólo quedan las conformidades dadas en última instancia por el sueño de tu propia muerte. Los otros sueños que no tuvieron nunca un lugar en la realidad son ahora cosa del pasado. Esos mundos posibles, esos otros lugares de afluencia del misterio sobreviven en ti sólo como un gris espectro precozmente envejecido. Ciernes sobre ellos un falso silencio: el paso del tiempo es impostergable y ante la inutilidad del recurso acompañado de la verdad intolerable cedes. Entras en la rutina común para encontrar consuelo en los otros, esos seres vagos que también renunciaron con pesar a ser verdaderos.
Aquel que no se ha hundido en sí mismo y ha aceptado sus propias consecuencias no es un auténtico. Por ello existe la insistencia por atreverse a ser uno mismo. Al final amor y deber sólo pueden encontrar referencia en nosotros mismos.
Es increíble a lo que se tiene que renunciar en nombre del amor. -En verdad el puro nombre, la palabra que tristemente has vaciado, que sólo es un gesto de consuelo fruto de un pensamiento débil-. Tu verdadera renuncia es una renuncia al amor mismo. Ya la cultura popular ha denunciado la preponderancia de la costumbre por encima del amor. Aplicas con parsimonia tu compasión autocomplaciente, tu maternalismo infantil y tu feminidad insatisfecha para construir la única verdad que no reconoces: te has traicionado. Tu entrega no es verdadera, sólo estás cansada y en este momento “encontrar” el amor es la solución más sencilla: eres fanática de la intimidad conveniente. La alternativa sería salir a buscar y luego esperar como las demás mujeres que son como tú, pues la militancia por el amor está prohibida. El amor activo, ser amante, es algo que no te puedes permitir.
Lo penoso del caso es que quienes se mienten a sí mismos demandan la complicidad de los demás, como si los otros fuéramos lo suficientemente estúpidos para consentir la mentiras ajenas, para sacrificarnos por ellas... y aunque en verdad lo somos ante el amor y la muerte no caben esas concesiones. También escogeré el camino de la comodidad; elegiré una vida, un auto, una casa, una mujer, una familia, pantalones, zapatos, perfumes, libros, en fin, una marca... ¡pero me maldigo! Me maldigo a mí mismo para no hacerlo contigo -y sonrío-. Se debe reconocer y callar.
Paráfrasis elemental: consuelo de muchos, recurso de idiotas.
La excepcionalidad es ya infinitamente postergada. Entras al mundo maduro de la conveniencia. Luego haces uso de sus nombres prohibidos para fingir frente a tu propia decepción, pretender ante tu desencanto. Antes, -referencia a una idea de juventud- podías atreverte a soñar, embriagarte y querer. Ahora sólo quedan las conformidades dadas en última instancia por el sueño de tu propia muerte. Los otros sueños que no tuvieron nunca un lugar en la realidad son ahora cosa del pasado. Esos mundos posibles, esos otros lugares de afluencia del misterio sobreviven en ti sólo como un gris espectro precozmente envejecido. Ciernes sobre ellos un falso silencio: el paso del tiempo es impostergable y ante la inutilidad del recurso acompañado de la verdad intolerable cedes. Entras en la rutina común para encontrar consuelo en los otros, esos seres vagos que también renunciaron con pesar a ser verdaderos.
Aquel que no se ha hundido en sí mismo y ha aceptado sus propias consecuencias no es un auténtico. Por ello existe la insistencia por atreverse a ser uno mismo. Al final amor y deber sólo pueden encontrar referencia en nosotros mismos.
Es increíble a lo que se tiene que renunciar en nombre del amor. -En verdad el puro nombre, la palabra que tristemente has vaciado, que sólo es un gesto de consuelo fruto de un pensamiento débil-. Tu verdadera renuncia es una renuncia al amor mismo. Ya la cultura popular ha denunciado la preponderancia de la costumbre por encima del amor. Aplicas con parsimonia tu compasión autocomplaciente, tu maternalismo infantil y tu feminidad insatisfecha para construir la única verdad que no reconoces: te has traicionado. Tu entrega no es verdadera, sólo estás cansada y en este momento “encontrar” el amor es la solución más sencilla: eres fanática de la intimidad conveniente. La alternativa sería salir a buscar y luego esperar como las demás mujeres que son como tú, pues la militancia por el amor está prohibida. El amor activo, ser amante, es algo que no te puedes permitir.
Lo penoso del caso es que quienes se mienten a sí mismos demandan la complicidad de los demás, como si los otros fuéramos lo suficientemente estúpidos para consentir la mentiras ajenas, para sacrificarnos por ellas... y aunque en verdad lo somos ante el amor y la muerte no caben esas concesiones. También escogeré el camino de la comodidad; elegiré una vida, un auto, una casa, una mujer, una familia, pantalones, zapatos, perfumes, libros, en fin, una marca... ¡pero me maldigo! Me maldigo a mí mismo para no hacerlo contigo -y sonrío-. Se debe reconocer y callar.
Paráfrasis elemental: consuelo de muchos, recurso de idiotas.
Mediocridad
Un hombre desnudo no es más que un simio sin pelo (no hay aquí ninguna referencia a algún cartoon particular). No se trata de que extirpemos la dignidad animal -préstamo iluso y exageración esa tal dignidad animal-, sino señalar la flaqueza, la miseria, la vergüenza y el abandono de nuestra humanidad. Un simio vestido sería algo ridículo, pero lo sería menos que un hombre desnudo. Para evitar el espectáculo grosero de sus miserias el hombre se viste. Procura evitar rápidamente la vergüenza de sus momentos de desabrigo y se encubre en el pudor. El vestido es un afán de distancia respecto a la naturaleza, una negación más que una adaptación. Un accesorio de la inteligencia supletorio de una falta de espíritu y vitalidad.
No es por halagar a la nostalgia del retrógrado, más bien hacer ver la artificialidad de esa misma nostalgia. No hay nada perdido para siempre, tampoco un nunca se tuvo: ni un paraíso perdido ni una tierra prometida (ni siquiera una promesa de buena muerte). Todo deberá hacerse, rehacerse y destruirse por complicidad con la fuerza, la propia fuerza.
Mi voto va en una orientación particular: lo que verdaderamente existe es una potencia de la imaginación, lo más salvaje del ser humano. Imaginación que puede desnudarse y ser así temible, desconcertante y embriagadamente visionaria o falsaria. No importa. Imaginación que va entre la desnudez y el ropaje, porque le son indiferentes. La verdadera naturaleza del hombre, incluso su inteligencia es la imaginación. Tampoco lo es el Deseo, que es inconcebible. Igualmente la animalidad es inconcebible, porque ya no es nuestra; precisamente por exclusión: es sólo de los animales. Nuestra relación con ellos es tan cercana como aquella que mantenemos con la materia (sin denostarla). Somos seres distintos, mas no por lo que estamos hechos, lo somos por lo que hacemos. Una imaginación animal siempre será misterio infranqueable, desde ahí la reconocemos -el misterio se debe respetar, no perdonar-. Nos parecerá siempre en comunión con algo inherentemente vedado. Quién sabe.
La imaginación me parece una incitación, la de arrancarme la humanidad a mí mismo. -Otra diferencia el Deseo excita, la imaginación incita-. Una urgencia por el más allá. No un desolado y seco más allá, sino derrotar al silencio y la oscuridad como causas radicales (se puede postular en lugar del silencio y la oscuridad cualquier otra cosa: p. e. lo sagrado e inmaculado son ideas de semejante valor). Llegar a lo innombrable para ejercer el juego de los nombres, para bautizar con llamas nuevos continentes, para reventarse y renacer.
No es por halagar a la nostalgia del retrógrado, más bien hacer ver la artificialidad de esa misma nostalgia. No hay nada perdido para siempre, tampoco un nunca se tuvo: ni un paraíso perdido ni una tierra prometida (ni siquiera una promesa de buena muerte). Todo deberá hacerse, rehacerse y destruirse por complicidad con la fuerza, la propia fuerza.
Mi voto va en una orientación particular: lo que verdaderamente existe es una potencia de la imaginación, lo más salvaje del ser humano. Imaginación que puede desnudarse y ser así temible, desconcertante y embriagadamente visionaria o falsaria. No importa. Imaginación que va entre la desnudez y el ropaje, porque le son indiferentes. La verdadera naturaleza del hombre, incluso su inteligencia es la imaginación. Tampoco lo es el Deseo, que es inconcebible. Igualmente la animalidad es inconcebible, porque ya no es nuestra; precisamente por exclusión: es sólo de los animales. Nuestra relación con ellos es tan cercana como aquella que mantenemos con la materia (sin denostarla). Somos seres distintos, mas no por lo que estamos hechos, lo somos por lo que hacemos. Una imaginación animal siempre será misterio infranqueable, desde ahí la reconocemos -el misterio se debe respetar, no perdonar-. Nos parecerá siempre en comunión con algo inherentemente vedado. Quién sabe.
La imaginación me parece una incitación, la de arrancarme la humanidad a mí mismo. -Otra diferencia el Deseo excita, la imaginación incita-. Una urgencia por el más allá. No un desolado y seco más allá, sino derrotar al silencio y la oscuridad como causas radicales (se puede postular en lugar del silencio y la oscuridad cualquier otra cosa: p. e. lo sagrado e inmaculado son ideas de semejante valor). Llegar a lo innombrable para ejercer el juego de los nombres, para bautizar con llamas nuevos continentes, para reventarse y renacer.
Esas malditas sirenas
Existe una mujer generosa. Ella siempre es culpable. La comodidad del varón no ha conocido una estación mejor que la permisibilidad mujeril. Cualquier sobresalto es evitado, cualquier malestar evadido, ella ha dicho sí y todo vuelve a su estado natural: la sumisión.
La vacilación masculina cede ante una mujer que solícita ha elegido la vocación por el martirio. Lo más oscuro se halla domesticado. El signo ha muerto y nacido la esposa (la espuria). Ella podrá ser sustituida por el amor mercenario. No existe más la amenaza real ni abstracta, tampoco hay extrañeza ante el secreto ajeno. La mujer no se ha cerrado, pero se ha encerrado. La posesión, ya por dinero o por contrato, pretende negar lo femenino, clausurar la umbrosa fuente simbólica --eso que sólo el hombre ve, huele y teme. ¡Cuán dueñas son de nuestro sueño las maliciosas mujeres!
Corolario innecesario.
Supe que una mujer me ama: me dio la razón.
Quien mata el misterio muere.
Las mujeres también mueren víctimas de su propio holocausto.
La vacilación masculina cede ante una mujer que solícita ha elegido la vocación por el martirio. Lo más oscuro se halla domesticado. El signo ha muerto y nacido la esposa (la espuria). Ella podrá ser sustituida por el amor mercenario. No existe más la amenaza real ni abstracta, tampoco hay extrañeza ante el secreto ajeno. La mujer no se ha cerrado, pero se ha encerrado. La posesión, ya por dinero o por contrato, pretende negar lo femenino, clausurar la umbrosa fuente simbólica --eso que sólo el hombre ve, huele y teme. ¡Cuán dueñas son de nuestro sueño las maliciosas mujeres!
Corolario innecesario.
Supe que una mujer me ama: me dio la razón.
Quien mata el misterio muere.
Las mujeres también mueren víctimas de su propio holocausto.
Lilith

Las mujeres que creen ser iguales a los hombres, no son mujeres son genios malévolos.
Me harta esta conveniencia.
No digo que haya que ceder al capricho (único eterno) femenino. Aunque tampoco estoy seguro de la pertinencia de verlas como seres humanos castrados. Sin embargo, estas cadenas las redimen, exculpa a cada una de ellas, y por un lado perverso, las vindica. Encierra un poder en esa pequeña concavidad que las determina y al cual el hombre renuncia. Ironía, ahí no entra la luz. Centurias de higiene y medicina no han hecho más que sacralizar el seno materno. La ciencia no penetra, ¡es impotente! La tierna madre que pare fue la mujer que se entregó al fiero celo animal. El hombre únicamente da un paso atrás cuando se detiene a pensar. Tiene que beber del alcohol del instinto para no temer y vivir borracho si quiere tener fortuna con las mujeres. De otra manera esto no es posible y ¿quién sabe?, tampoco necesario. Reconocer otra cosa es ceder el dominio de la naturaleza (el genuino dominio) a esa caverna hecha altar. Si las mujeres son demonios es por otra causa, por la cobardía de unos cuantos que se ha hecho de muchos. ¡Y esos cuantos son unos castrados!
Hay que echar luz hacia otro lado y la mujer se iluminará.
De cualquier manera cabe una previsión, que si bien es tachada de misógina (tercera ironía de esta noche) es la única que nos conjura de una falsa seguridad:
¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!
(Nietzsche).
La raíz de la estupidez
El problema de raíz es que posamos nuestros pies sobre la tierra. Nos conectamos con todo a través de la piel. Sin ella desaparecemos... o quizás somos sólo indistinguibles.
En fin, el punto es que de alguna manera lo que sale de nosotros, por ejemplo, nuestras palabras, vienen a ser parte de la tierra, aunque se pierdan al momento. Tal vez sea lo más parecido a sembrar: las palabras son llevadas por el viento, más tarde nosotros también lo seremos. Ahora queda suponer que el aire corre hacia algún lugar o no va hacia ningún lado. Pensar que va a ningún lugar es confortador, pues hasta ahí llega todo. Pero si tiene un destino, aunque sea oscuro, siempre habrá una oportunidad para la luz.
Sé que algunas veces no debo decirte las cosas mal, pues estaré sembrando el aire de los fantasmas que alcanzaré alguna vez. Estaremos ahí todos. Sin embargo, no hay nada más persistente que la estupidez, probablemente porque a su vez tenga su raíz hundida en la pasión más elemental.
No es excusa, sino confesión. Tú sabes que tengo también palabras bellas para ti.
Sólo ven y abre mi boca.
...
Amar é pensar.
E eu quase que me esqueço de sentir só de pensar nela (Pessoa).
En fin, el punto es que de alguna manera lo que sale de nosotros, por ejemplo, nuestras palabras, vienen a ser parte de la tierra, aunque se pierdan al momento. Tal vez sea lo más parecido a sembrar: las palabras son llevadas por el viento, más tarde nosotros también lo seremos. Ahora queda suponer que el aire corre hacia algún lugar o no va hacia ningún lado. Pensar que va a ningún lugar es confortador, pues hasta ahí llega todo. Pero si tiene un destino, aunque sea oscuro, siempre habrá una oportunidad para la luz.
Sé que algunas veces no debo decirte las cosas mal, pues estaré sembrando el aire de los fantasmas que alcanzaré alguna vez. Estaremos ahí todos. Sin embargo, no hay nada más persistente que la estupidez, probablemente porque a su vez tenga su raíz hundida en la pasión más elemental.
No es excusa, sino confesión. Tú sabes que tengo también palabras bellas para ti.
Sólo ven y abre mi boca.
...
Amar é pensar.
E eu quase que me esqueço de sentir só de pensar nela (Pessoa).
Contra la existencia
La existencia no es una presencia.
La existencia no es un pensamiento.
La existencia no es solamente
un sentimiento.
No es tampoco, como piensan algunos,
pura voluntad.
La existencia no es material. Pero
cuantas veces la he saboreado
en el azúcar.
La existencia no es inmaterial.
Aunque muchas veces la he confundido
con un fantasma de colores oscuros.
La existencia no es cobardía ni arrojo.
No es un flato, mucho menos un flato puro.
La existencia no está ahí. No es la noche
infinita ni la nada angustiante.
La existencia es complicada, pero no sólo eso.
La existencia puede ser tan sencilla
como un pan.
La existencia no está en los animales,
ni en las piedras,
menos en el hombre.
La existencia no es algo meramente
artificial.
La existencia no puede ser trascendental.
Tampoco puede llamarse ser.
La existencia no es un pensamiento.
La existencia no es solamente
un sentimiento.
No es tampoco, como piensan algunos,
pura voluntad.
La existencia no es material. Pero
cuantas veces la he saboreado
en el azúcar.
La existencia no es inmaterial.
Aunque muchas veces la he confundido
con un fantasma de colores oscuros.
La existencia no es cobardía ni arrojo.
No es un flato, mucho menos un flato puro.
La existencia no está ahí. No es la noche
infinita ni la nada angustiante.
La existencia es complicada, pero no sólo eso.
La existencia puede ser tan sencilla
como un pan.
La existencia no está en los animales,
ni en las piedras,
menos en el hombre.
La existencia no es algo meramente
artificial.
La existencia no puede ser trascendental.
Tampoco puede llamarse ser.
Todas las historias
La piel cuenta historias, el roce las
multiplica. Piel sobre piel y piel.
En abecedario traslucido palpita
el cadencioso instante.
Entra en los poros la saliva,
se encuentra con la sal.
Cadmio, bromo y calcio, tu interior.
Vibración violenta de masas, gas agitado y caliente.
Dos más dos, uno sobre uno.
La verdad cruda es un gesto viscoso.
multiplica. Piel sobre piel y piel.
En abecedario traslucido palpita
el cadencioso instante.
Entra en los poros la saliva,
se encuentra con la sal.
Cadmio, bromo y calcio, tu interior.
Vibración violenta de masas, gas agitado y caliente.
Dos más dos, uno sobre uno.
La verdad cruda es un gesto viscoso.
domingo, 30 de septiembre de 2007
Locura
Verdaderamente seremos una sociedad civilizada y libre el día que podamos abolir los hospitales psiquiátricos –esa noción avanzada, abstracta y aún primitiva de manicomio–. No comprender y admitir nuestra propia locura es lo que nos impide dejar de castigar lo que pensamos es demencia ajena, es ahogarnos en nuestra propia mentira.
No todo son palabras.
El mundo no paga la locura, o su sinónimo más inmediato genialidad, con comprensión. Más bien con reticencia y rencor, pero no superficiales, sino con oscura reticencia y profundo rencor pues la verdadera santidad está en la locura. Algunas formas de libertad nos parecen inconcebibles, envidia de castrados.
Parece necesario recordar que toda institución es un reducto contra la pasión.
No todo son palabras.
El mundo no paga la locura, o su sinónimo más inmediato genialidad, con comprensión. Más bien con reticencia y rencor, pero no superficiales, sino con oscura reticencia y profundo rencor pues la verdadera santidad está en la locura. Algunas formas de libertad nos parecen inconcebibles, envidia de castrados.
Parece necesario recordar que toda institución es un reducto contra la pasión.
sábado, 29 de septiembre de 2007
Persistencia
El problema de raíz es que posamos nuestros pies sobre la tierra. Nos conectamos con todo a través de la piel. Sin ella desaparecemos... o quizás no volvemos sólo indistinguibles. En fin, el punto es que de alguna manera lo que sale de nosotros, por ejemplo, nuestras palabras, vienen a ser parte de la tierra, aunque se pierdan al momento. Tal vez sea lo más parecido a sembrar: las palabras son llevadas por el viento, más tarde nosotros también lo seremos. Ahora queda suponer que el aire corre hacia algún lugar o no va hacia ningún lado. Pensar que va a ningún lugar es confortador, pues hasta ahí llega todo. Pero si tiene un destino, aunque sea oscuro, siempre habrá una oportunidad para la luz.
Sé que algunas veces no debo decirte las cosas mal, pues estaré sembrando el aire y los fantasmas que alcanzaré alguna vez. Estaremos ahí todos. Sin embargo, no hay nada más persistente que la estupidez, probablemente porque tenga su raíz hundida en la pasión más elemental. No es excusa, sino confesión. Tú sabes que tengo también palabras bellas para ti.
Sólo ven y abre mi boca.
...
Amar é pensar.
E eu quase que me esqueço de sentir só de pensar nela (Pessoa).
Sé que algunas veces no debo decirte las cosas mal, pues estaré sembrando el aire y los fantasmas que alcanzaré alguna vez. Estaremos ahí todos. Sin embargo, no hay nada más persistente que la estupidez, probablemente porque tenga su raíz hundida en la pasión más elemental. No es excusa, sino confesión. Tú sabes que tengo también palabras bellas para ti.
Sólo ven y abre mi boca.
...
Amar é pensar.
E eu quase que me esqueço de sentir só de pensar nela (Pessoa).
Complicado
La respuesta es sencilla, soy complicado.
Acércate y detente un momento, usa la mirada y te darás cuenta. Es un ejercicio que he dejado de lado, pues en el fondo todas las cosas se intrincan, se anudan, se tornan una sola y elemental complejidad. Hay que sonreír y alejarse; complacerse y saber retirarse, de lo contrario procuran un terrible dolor de cabeza e insomnio.
Pupila enamorada: de agua brillante. Iris en remolino de luz, portal de ilusiones y alucinaciones.
Debería estar enamorado y ver las cosas distintas, como según el arte, suspendiendo los juicios sociales --más bien prejuicios--, y entregarme gozoso. De nada me vale. Pienso y sólo así me conformo con la existencia.
Es aburrido no ser estúpido... estúpido enamorado.
...
Querer ser libre es querer ser uno mismo; pero él ya está harto de ser él mismo, de caminar en lo incierto, de errar a través de las verdades (Cioran).
Acércate y detente un momento, usa la mirada y te darás cuenta. Es un ejercicio que he dejado de lado, pues en el fondo todas las cosas se intrincan, se anudan, se tornan una sola y elemental complejidad. Hay que sonreír y alejarse; complacerse y saber retirarse, de lo contrario procuran un terrible dolor de cabeza e insomnio.
Pupila enamorada: de agua brillante. Iris en remolino de luz, portal de ilusiones y alucinaciones.
Debería estar enamorado y ver las cosas distintas, como según el arte, suspendiendo los juicios sociales --más bien prejuicios--, y entregarme gozoso. De nada me vale. Pienso y sólo así me conformo con la existencia.
Es aburrido no ser estúpido... estúpido enamorado.
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Querer ser libre es querer ser uno mismo; pero él ya está harto de ser él mismo, de caminar en lo incierto, de errar a través de las verdades (Cioran).
Consuelos metafísicos
Las cosas sencillas como el chocolate y la lluvia son para mí consuelos de dimensiones metafísicas para los pesares de la existencia. Paliativos tan modestos deberían darme claras nociones del valor de la existencia y la importancia de sus efectos. Sin embargo, todos estamos tentados a existir y prolongarnos con inaudita persistencia contra el aire y las estaciones. Es ridículo el valor que como sociedades hemos aprendido a dar a tantas cosas tan etéreas por su mustia ligereza. Tan orgullosamente ignorantes somos.
Eso me recuerda la belleza de algunas compañeras que cruzan su camino con el mío. Hablaría de bellezas terriblemente angelicales, sin hacer caso de la cursilería, aquellas que me orillan a los sobresaltos internos, a las conmociones y al refrendo del ridículo (al cual obligan sin intención y con mi complacida anuencia). Pero al respecto cabe nada como el consuelo. Es una devastadora emboscada contra los sentimientos, aquellos que las tradiciones nos han impelido a doblegar resultando en los más dispares fracasos.
Eso me recuerda la belleza de algunas compañeras que cruzan su camino con el mío. Hablaría de bellezas terriblemente angelicales, sin hacer caso de la cursilería, aquellas que me orillan a los sobresaltos internos, a las conmociones y al refrendo del ridículo (al cual obligan sin intención y con mi complacida anuencia). Pero al respecto cabe nada como el consuelo. Es una devastadora emboscada contra los sentimientos, aquellos que las tradiciones nos han impelido a doblegar resultando en los más dispares fracasos.
La belleza de una mujer parece prometer alivio, pero nada más engañoso que esta panacea encarnada: ella no atrapa una alma, sino a un demonio, en el más antiguo de los sentidos. Aunque pecando de romanticismo y misoginia puedo afirmar que las mujeres son ocasión para despertarnos, sin poder decir exactamente qué.
...
But we loved with a love that was more than love (Poe).
viernes, 28 de septiembre de 2007
Inmortalidad II
Lo que me agrada de mis amigos, y particularmente de mis amigas, es compartir esa vocación por el absurdo que es la lucha, modesta o grandilocuente, gesto tonto ante la muerte: la silenciosa, la grave. El revoloteo de todo, las miradas distintas, el jugo que cuelga de algunos lados. Incluso los Colores, cosa estúpida, tienen discretas relaciones con el ánimo humano. Algo tan superficial enciende, agita o calma otro algo tan inmaterial como el agitado vacío que llamamos alma. Entonces lo que reina en mí es el desconcierto. La fascinación me abandonó, también la curiosidad.
Al parecer cosas nimias, mínimas realmente, son las que nos conmueven diariamente. Ya no hay epopeyas ni grandes holocaustos, no hay mitos crudos, sólo televisión-repetición. ¿Héroes anónimos? Farsas y máscaras somos, restos de lo que debimos ser. (Cuánta claridad esta noche: siempre somos restos de lo que debimos ser). Los Héroes cotidianos son el consuelo para nuestra medianía, la mentira tras el reproche oscurecido en nuestra alma.
Sin embargo el amor, incluso puesto en duda, es la única posibilidad --con su locura y precisamente por ella-- de tener instantes de clarividencia. Es la única reserva generosa para invertir las reglas que con enconada fe hemos impuesto al mundo y al final nos han cercado. El amor es dádiva, fiesta e infortunio. El vientre roto de Venus espumosa. La muerte multiplicada infinitamente para poder ser vida. Nadie da lo que no tiene, hay que dar la muerte, porque la muerte da la vida (no la verdadera vida, sólo vida a secas).
Al parecer cosas nimias, mínimas realmente, son las que nos conmueven diariamente. Ya no hay epopeyas ni grandes holocaustos, no hay mitos crudos, sólo televisión-repetición. ¿Héroes anónimos? Farsas y máscaras somos, restos de lo que debimos ser. (Cuánta claridad esta noche: siempre somos restos de lo que debimos ser). Los Héroes cotidianos son el consuelo para nuestra medianía, la mentira tras el reproche oscurecido en nuestra alma.
Sin embargo el amor, incluso puesto en duda, es la única posibilidad --con su locura y precisamente por ella-- de tener instantes de clarividencia. Es la única reserva generosa para invertir las reglas que con enconada fe hemos impuesto al mundo y al final nos han cercado. El amor es dádiva, fiesta e infortunio. El vientre roto de Venus espumosa. La muerte multiplicada infinitamente para poder ser vida. Nadie da lo que no tiene, hay que dar la muerte, porque la muerte da la vida (no la verdadera vida, sólo vida a secas).
Inmortalidad
Lo único que me desagrada (de los estados alterados) son las resacas, esas advertencias del cuerpo cuando no respetamos ciertas reglas. Traspasarlas, obviarlas, es resistirse, o más bien ceder al deseo de inmortalidad; una sutil pendejez. ¿Inmortalidad? En el fondo, trivialidad o puerilidad.
Sólo dos palabras: ayer y mañana...
Diversos estados alterados nos hacen percibir lo que nos rodea de muchas maneras. Este perogrullo quiere decir que el significado de las cosas está en el doblez: el sentido que uno da. Sin embargo, escapa algo que no he mencionado cabalmente: los sentidos.
Los estados alterados, tan sencillos tras un cambio de humor, un café negro o una buena ducha son capaces de descubrirnos el secreto de muchas cosas, en realidad, de hacernos recordar de manera novedosa lo que ya sabíamos a través de nuestros poros.
Dispares criaturas, infernalmente ingeniosas y llanamente estúpidas -al final de cuentas sólo seres humanos-, encarnamos una contradicción, una paradoja, un vago sinsentido como amanecer borroso. Hacemos milagros de papel e hitos de flotante polvo. Nacemos para morir. Toda nuestra magia se halla entre esas dos mentadas palabras: paradoja y contradicción. Indeterminabilidad y misterio debían ser. Secreto ingenuo y perverso del mundo. Estaría tentado a decir pecado y castigo, pero es un despropósito particular. ¿Por qué achacárselo a alguien más, algo así como a Dios?
Por esto consagro la pelea, la lucha por los palmos territoriales y únicamente la tregua en una mujer. Porque en la lucha no se duerme, se está alerta, más vivo aunque muriendo con insistencia, previendo la fatalidad. Se lucha y se vive.
Las treguas son el sueño para el guerrero harto, desfalleciente pero no muerto aún. La noche es la tregua, el sueño, la oscuridad tibia: Eva sin cuerpo ni llamada, sin ella misma.
Dos mundos
Es un lugar común el que las apariencias engañan. A veces es del lado del cielo donde encontramos el umbral que da paso a los infiernos. Puras convencionalidades entre fantasmas anfibios. Quizá tal sea la naturaleza de los placeres: una dualidad cortante, aguda y llena de granos de azúcar que termina por amputarte los labios. Así, como las promesas de quienes han muerto ahogados jurando que volverían a ver la orilla de un continente escondido.
Encontrarte suponía (tú sabes que me refiero a ti) levitar, hacer aire entre mis pies y el suelo. Al contrario, fuiste una losa que me empuja a llenar una oquedad, una herida en la tierra. Mis ojos se llenan de eso que ya no es polvo: es carne de lunas, mis ojos ahora son una marca. La herida que te repite.
Todas las conmociones telúricas que hacen la música que nos habita refrendan sus peticiones de sacrificio como una vieja deidad ávida de vírgenes y mancebos. Ahora que todos han muerto, ahora que Dios también ha muerto, cuando el mundo no es más que una imagen agónica tú eres la duda que abunda frente a la única certeza: la fragilidad de cualquier sueño a ojos cerrados o abiertos... Esa duda, esa fragilidad eres tú, también destinada a una muerte baladí.
Soy el agonista, cuando se reviente la burbuja de esta fantasía no quedará más, mientras a medrar con el hambre que hace huesos, impertinente y tenaz. La vida es una penitencia, donde el placer es un premio extraño que sólo sirve para confundir las cosas. La verdadera vida es la pelea, el absurdo y un error.
Sé fiel hasta la muerte.
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Claridad
Algo que falta en mi vida es claridad. Soy muy bueno en la inercia, particularmente eficiente en seguir haciendo de manera mínima lo que hago. Soy listo, sólo lo suficiente nada más. Pero este es el anverso de un vacío: la falta de pasión para descubrir lo comprometedor, lo revelador.
Este blog, este "espacio" representa el intento de poner en claro-por-escrito algunos de mis pensamientos para ver si puedo alcanzar a tocar eso que yo llamo pasión, algunos otros Deseo y otros más un fin.
Bienaventurados los perdidos, corren el riesgo por encontrarse.
Este blog, este "espacio" representa el intento de poner en claro-por-escrito algunos de mis pensamientos para ver si puedo alcanzar a tocar eso que yo llamo pasión, algunos otros Deseo y otros más un fin.
Bienaventurados los perdidos, corren el riesgo por encontrarse.
Nostr' uomo
He elegido este nombre por el agrado de escucharlo, por la influencia del cine y porque he encontrado un poco más de su significado y me agrada aún más.
Las cosas no son para dejarlas ahí. Separado en las raíces que originan la palabra Nostromo significa en el italiano y por traducción literal: "Nuestro hombre". Se aplica, si mal no entiendo, al hombre de mar encargado de la tripulación en cubierta. Al escuchar el vocablo no puedo dejar de pensar en la figura del hombre apreciado, ya por sus jefes ya por su tripulación. Quizá esta idílica visión no sea del todo cierta, considerando la dureza que parece exigir el mar a los hombres. Sin embargo, me sigue pareciendo encantadora la afirmación que existe en esta palabra.
La primera significación que se desliza en mi mente concierne al amor propio y está relacionada con la afirmación antes dicha. Yo soy el Nostromo.
Respecto a un segundo sentido, un juego con las palabras originales: nostro uomo, eleva un sentido contradictorio a la imagen del amado que se asume en la anterior sentencia. N intercambiada por M sugiere mostro-uomo. Una dualidad que evidencia lo que me parece es naturaleza humana, pero en un ámbito más personal, dos formas de ser uno mismo.
Esto sigue dando para más. Sin embargo, lo que escribo trata solamente de dar una presentación de este espacio personal, sin ambiciones, con bastante de exhibicionismo por el enfrentamiento entre la letra y lo público (no es un diario íntimo, pero si la publicación de escritos originariamente personales), pero que al final responde a una necesidad que también solicita ser descubierta.
A quien no corresponda, bienvenido
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